miércoles, 26 de abril de 2017

Emilio o la Ciencia de la Consciencia, lectura de Joaquín G Weil


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Emilio o la Ciencia de la Consciencia, lectura de Joaquín G Weil 

He comenzado a leerme el libro Consciencia de Emilio Carrillo por el principio, o sea por el capítulo 9 donde cuenta que murió a causa de una trombosis pulmonar, secuela de un accidente de montaña. (El final es el principio, y el principio es el final). Se le paró el corazón por algunos instantes y, en el “tránsito” hacia el más allá, “Cristo-Jesús” le invitó a regresar a la vida para darse la “gozada de vivir” (con Consciencia, con aceptación plena de todo lo que nos traiga nuestro deambular por esta Tierra). Y dentro de esa alegría de vivir, darse el goce de transmitir su comprensión (su introspección) de las almas y las cosas, habilidades que pertenece a los dones y talentos de Emilio.

Si quieres tener un visión global de las enseñanzas hasta la fecha de Emilio Carrillo, Consciencia es tu libro. Entre tanto, (desde mi perspectiva, claro) te cuento yo mismo aquí en breve la esencia de todo lo que él enseña en la mareante agenda de conferencias de Emilio por toda España (y próximamente en América), luego recogida en sus centenares de vídeos que puedes encontrar en You Tube. (Como la entrevista que nosotros mismos realizamos y que puedes encontrar al final de este artículo)

El libro es como una escalera de Jacob que asciende en grados desde la política y la economía hasta Dios, pasando por la educación, la salud, la ciencia y la muerte. O una escalera por donde desciende el cielo a la tierra, como sugiere el título de su blog.

El espiritualismo dialéctico

Emilio tuvo una destacada experiencia en el campo de la política, proveniente de formaciones políticas de izquierda, finalmente desarrolló su actividad pública en la social democracia como teniente de alcalde y vicepresidente de la Diputación de Sevilla. Y también un amplio conocimiento de la economía y su didáctica universitaria. Por lo que, de modo inevitable, ciertas zonas del libro están impregnadas del debate (desarrollado en la mente del propio Emilio) entre la espiritualidad vs. política, lo personal vs. lo social.

Si Hegel hablaba del devenir dialectico de la Razón, Marx, hijo de su tiempo, aplicó esta dialéctica al devenir ciego de la materia en un Universo mecánico. Igual que Freud lo redujo casi todo a explicaciones sexuales, para Marx, la explicación estaba en la economía, los sistemas y las estructuras de producción y las luchas de clases, el así llamado “Materialismo Dialéctico”.

Para Freud la espiritualidad consistía en una sublimación de los instintos sexuales. Para Marx era una “superestructura”, o sea, una ideología, un adoctrinamiento para que las clases dominantes pudieran seguir su dominación sobre las oprimidas. Conocida es la conversación entre Freud y Jung. Cuando éste le decía a aquél que no todo podía reducirse a sexualidad, Freud le replicó que las explicación sexual era un muro defensivo. “¿Contra qué?” , preguntó Jung. La respuesta de Freud fue: “¡Contra el oscurantismo!”.

Por su parte, Emilio, plantea una épica cósmica (casi zoroástrica), entre el desarrollo consciencial y evolutivo, y la secreta dominación política y económica orquestada por un querubín caído del cielo que ni siquiera quiero nombrar. ¿Quién si no?

También hay una variación del famoso tema del amo y el esclavo de Hegel/Marx. Dice Emilio, después de hacer un desarrollo histórico de los medios de producción (también de resonancias marxistas) que el peor esclavo es el de hoy día, el que no se da cuenta siquiera de que está esclavizado. Al esclavo moderno no te lo imagines con una cadena de hierro al cuello, sino con un smartphone en el bolsillo, un número de identificación fiscal en la cartera y con algunas deudas en el banco.

Por último, casi al modo nietzscheano de emblemas que representan los grados evolutivos del individuo (el camello, el león y el niño), Emilio también divide las fases de la evolución económica representándola con sus “arquetipos”: el roedor (el comercio), el felino (la industria) y el reptil (la banca).

Lo más próximo a la espiritualidad no es la religión, sino la ciencia.

Antaño se contraponía (y todavía algunos despistados contraponen) la ciencia a la espiritualidad. Lo cual se basa en dos equívocos: la visión roma de la ciencia como un sistema de reglas para un inmenso armatoste mecánico-material llamado Universo Newtoniano. Y el segundo equívoco es asimilar la religión (el tradicional antagonista del cientifismo) con la espiritualidad (tradicional objeto de persecución de la religión).

Ya desde finales del siglo XIX, la materia se disuelve como un azucarillo ante la observación atenta y exhaustiva de la macro y la micro física. La palabra “materia” etimológicamente viene de “madera”, aquello de lo que está hecha una cosa. Se determina que las cosas están hechas en última instancia de “átomos”, palabra que significa “a-tomo”, o sea “in-divisible”. La física no se detiene ahí y entra en la llamada física “sub-atómica”, una verdadera contradicción en los términos, pues divide el a-tomo (indivisible). Todavía durante años se ha querido encontrar de nuevo una “partícula” que sea indivisible, que sea la realidad material última: electrones, protones, neutrones, quarks, hadrones, leptones… finalmente se tira la toalla y se considera que, por mucho que se busque, con costosísimos aceleradores de “partículas” o como sea, no se llega jamás a ninguna partícula fina, a ninguna materia por muy menuda que ésta sea, sino más bien a lo que se llega es a estructuras vibratorias, o vibraciones, llamadas “cuerdas” (la Teoría de Cuerdas).

Entre tanto, la física cuántica se ha encargado de establecer paradojas como la del “Gato de Schrödinger” o el así llamado “Principio de Indeterminación o de Incertidumbre de Heisenberg”, ambas teorías, y la física cuántica en general lo que viene a decir es que la observación del fenómeno “crea” el fenómeno mismo. En otras palabras, no hay un observador imparcial o neutro que observa un fenómeno objetivo e independiente, sino que sujeto y objeto de observación participan igualmente de lo que llamamos “fenómeno”. Por su parte, en la macrofísica la Teoría de la Relatividad de Einstein había acabado con la visión tridimensional del espacio y la del tiempo como una dimensión lineal, fundiendo tiempo/espacio en un único ámbito chicloso o flexible, abierto a nuevas dimensiones posibles.

Emilio Carrillo también le dedica unos buenos párrafos a la vibración del vacío, expresada en el “Bosón de Higs”, del cual hace una de las explicaciones más lúcidas y sencillas que he tenido ocasión de leer. El vacío sería paradójicamente como una nada que vibra, por lo tanto, ya no es nada, sino que es algo. Lo cual, al parecer confunde a la lógica habitual. Por mi parte, ningún problema. Me parece estupendo que la nada vibre. Para mí es una idea bien estimulante. Me encanta que el vacío vibre, viva o se mueva. ¿Por qué no? ¿Qué problema puede haber en eso?

Sigue Emilio exponiendo el carácter holográfico del Universo todo. O sea, el Universo carece de lo que llamamos realidad (o sea, etimológicamente no hay “res”, no hay cosa). Me parece perfecto. Ya lo había expresado los antiguos filósofos en el así llamado “Principio de Parsimonia” también conocido como la “Navaja de Occam”, pero más precisamente la “Ley de Economía Universal”. En el Universo no hay gastos innecesarios. De modo que ¿para qué tener un inmenso armatoste mecánico-material-newtoniano, si nos apañamos con un buen y bonito holograma, carente de sustancia? Me encanta.

El sentido de la vida es gozar de ella.

Verdaderamente los materialistas cientifistas newtonianos lo tiene complicado al negar toda realidad espiritual. Tienen que ejercitarse un auténtico retruécano lógico-imaginativo, para concebir que cuando mueran, nada para ellos existirá (la nada), si bien, en una notable acrobacia del intelecto, suponen que hay algo, ajeno a ellos, que sí seguirá existiendo. Así se lo imaginan. Son ganas de ponérselo lo más difícil, tétrico y triste posible, y además contrario a toda ciencia moderna (recuerden: no hay sujeto observador separado del objeto observado). Allá ellos, pero no será por que no lo dijeran los filósofos Berkeley y Kant.

Por su parte Emilio lo pinta más bonito:  “gozar la vida es el único motivo de la existencia, en cualquier plano y dimensión”. Somos Dios mismo, en una determinada dimensión conciencial-evolutiva, dándose la gran gozada de vivir. Lo más científico: la experiencia. Se trata de vivir experiencias conforme a nuestro momento conciencial-evolutivo. En fin pura lógica que ahora tal vez la Humanidad entera en su proceso conciencial-evolutivo global esté más en disposición de comprender, que no las antañas tristes y absurdas teorías cientifistas-materialistas.

¿Una espiritualidad de izquierdas?

Uno de los enfoques principales de Emilio es sobre los “dones y talentos” verdadero quid de nuestro camino en la tierra. Hay un pasaje del libro Consciencia que me encanta: aquel donde expresa la paradoja de quien tiene como vocación o como autoimpuesta “misión” el sacrificio de la ayuda al prójimo. Porque tal persona necesita una víctima a quien ayudar, y por tanto necesita también un victimario, que se requiere para que haya víctima.

Explica Emilio Carrillo que de lo que se trata es de desarrollar los “dones y talentos” de otro modo, tendemos a enfermar.

Estoy totalmente convencido del aserto, pues personalmente cuando me he desviado de mi destino, me he puesto malísimo. Y, por el contrario, cuando me he aunado con mi intuición y mis talentos, sean muchos o pocos, he encontrado los recursos y la energía. Y por otra parte, me he dado verdaderas “hostias zen” contra una realidad de carácter irreal o ilusorio. En fin, sé que es su proceso conciencial-evolutivo, que dice Emilio, pero siento compasión por aquellas personas que todavía no han despertado y viven su vida de modo newtoniano mecanicista, desperdiciando días y horas como en un sueño. Sí: la realidad es de carácter onírico, y hasta ornitológico, donde siempre hay un pájaro que con sus ojos vivarachos te está indicando que vives en un sueño.

Joaquín G Weil